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HUELGA DE LA MTA: Nuevas alianzas
David Bacon
Domingo, 05 de noviembre de 2000
La Opinion/Pacific News Service

Por décadas, los conductores y pasajeros de autobuses de Los Angeles se miraron con mutua sospecha y desconfianza.

La Dirección Metropolitana del Transporte (MTA) les dijo a los pasajeros una y otra vez que el aumento en el pasaje de los autobuses obedecía a que los salarios de los conductores no estaban a la debida altura. Los conductores, por su parte, se fueron convenciendo de que la única manera de mantener su trabajo seguro era "pasarle la cuenta" a los pasajeros.

Sin embargo, la reciente huelga sirvió para que los conductores y los pasajeros forjaran una prometedora alianza contra la MTA, una alianza que no sólo decidió la victoria en la huelga, sino que marcó un cambio en el equilibrio de poderes dentro de la ciudad.

Los pasajeros de autobuses de Los Angeles --mayoritariamente inmigrantes-- son la base de la nueva economía urbana. Los autobuses transportan a los encargados de la limpieza de los lujosos hoteles del casco urbano, a las costureras de los sweat-shops, a los jornaleros y a las empleadas del servicio doméstico.

La mayoría de los conductores son afroamericanos. En las últimas dos décadas, el cierre de plantas de acero, de manufactura de automóviles y de caucho en Los Angeles, dejó a miles de trabajadores afroamericanos en la calle. Conducir un autobús es uno de los pocos trabajos seguros --con beneficios y un salario lo suficientemente alto como para costearse una casa-- que les quedan.

Defender esos sueldos y beneficios fue una batalla cuesta arriba. Como dijo uno de los huelguistas que portaba un cartel: "Hay mucho resentimiento contra la gente de color que gana 50,000 dólares al año, especialmente contra las mujeres afroamericanas".

La cambiante economía de Los Angeles ha enfrentado a estos dos sectores de la fuerza laboral uno contra otro, y muchos funcionarios electos pueden explotar la consecuente hostilidad. Haber superado esta división en el curso de una amarga disputa laboral demuestra que ambas comunidades han llegado a un nuevo nivel de conciencia.

Tanto los pasajeros como los conductores vieron claramente que la presión para aumentar el pasaje de los autobuses no provenía de los salarios de los conductores sino de los enormes presupuestos de construcción para las nuevas ramificaciones del metro, las cuales benefician principalmente a usuarios blancos que toman el tren en las afueras.

El sistema ferroviario promueve el negocio de construcción en la periferia de la ciudad --lo que favorece a firmas gigantescas que ganan millones, así como a los gremios de constructores, la vieja guardia del movimiento laboral de LA.

La MTA trató primero de cortar el servicio de autobuses para pagar la construcción del Metro, pero el Sindicato de pasajeros de autobuses lo impidió al recurrir a los tribunales y, subsecuentemente, al ganar un decreto de consentimiento que estipula un nivel mínimo de servicio.

Lo que subyacía

La huelga de transporte comenzó como una lucha contra los esfuerzos de la MTA por convertir cientos de trabajos de tiempo completo a parcial, reducir la paga de los trabajadores y limitar el tiempo extra.

Lo que subyacía detrás de ello era un plan de fraccionar el sistema de transporte en unidades autónomas para servir áreas más pequeñas --una precondición para pasarle la operación a contratistas privados.

Tan pronto como estalló la huelga, el Sindicato de pasajeros comenzó a organizar grandes manifestaciones de apoyo a los conductores. Al final, más de 850 conductores firmaron cartas donde pedían que no se realizaran recortes en el servicio.

"Ocurrió un cambio radical en la actitud de los conductores hacia el Sindicato de pasajeros", dice Eric Mann, un miembro del comité planificador de esa organización.

La AFL-CIO de Los Angeles apoyó también a los conductores huelguistas, rompiendo una larga relación con dos directores de la MTA --Gloria Molina e Yvonne Braithwaite-Burke. Las dos hicieron causa común con el alcalde republicano Richard Riordan contra los sindicatos.

Miguel Contreras, el primer dirigente latino de la AFL-CIO de LA, acudió a la defensa de los conductores, acto que también significó una ruptura con la relación que tenía con los gremios de la construcción y con la gerencia de la MTA. Contreras se ha alineado con los sindicatos más activos de la federación, incluyendo los trabajadores de la limpieza, los empleados de hotel y los de la industria de la ropa.

Contra esta alianza no valieron los poderes del gobernador Gray Davis. En mitad de la huelga, Davis acordó firmar una ley que garantiza los trabajos, sueldos y contratos sindicales de la MTA por cuatro años en el evento de una suspensión del sistema de transporte. Entonces trató de usar el acuerdo para influir en los supervisores y en los líderes del sindicato de mecánicos para que mandaran a sus miembros de vuelta a trabajar.

Los jefes de estos sindicatos estuvieron de acuerdo, pero a la mañana siguiente, sólo ocho de los 1,800 mecánicos en huelga volvieron a su puesto de trabajo. El resto rehusó. Apoyados por Contreras, James Williams, cabeza local del sindicato de Transportistas Unidos, no cedió ante la presión del gobernador.

En el proceso, tanto los conductores como los pasajeros protegieron la integridad del sistema de transporte. Hoy es poco probable que el sistema se fraccione y pase a manos privadas.

El acuerdo que finalizó la huelga es una concesión. Permite que la MTA comience a contratar conductores a tiempo parcial y por menor salario. Se limitará el tiempo extra, y la gerencia podrá intervenir en elaborar nuevas reglas.

Pero una novedad política se manifestó: los trabajadores que peor ganan se mostraron dispuestos a ayudar a los que ganan mayores sueldos. Los latinos hicieron causa común con los afroamericanos. Los conductores salieron a dar la cara para defender a los pasajeros de autobuses.

Hace apenas unos meses, los trabajadores de la limpieza lanzaron una huelga para lograr mejoras drásticas en la paga y en las condiciones de trabajo. De paso ganaron el apoyo del emergente poder político latino.

Hay de fondo un interés básico y común. Los trabajadores peor pagados de la ciudad necesitan desesperadamente del sector público --asistencia social, escuelas públicas, transporte subsidiado, cuidado médico gratis y otros servicios. Los trabajadores del condado de LA, por su parte, se encuentran a sí mismo envueltos en una amarga lucha por lograr incrementos de salario y presupuestos más altos para financiar esos servicios públicos. Esta nueva alianza laboral tiene el poder de redefinir quién se va a beneficiar de la nueva economía de la ciudad.

Pacific News Services.

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